Comentario
En el centro de la porción meridional de la nueva ciudad, las superficies de cuatro insulae fueron reservadas con el fin de situar en ese espacio su centro político, religioso y comercial, es decir, el foro. La historia de este conjunto de monumentos es larga, pues su programa constructivo se prolongó a lo largo de más de un siglo.
La construcción más antigua, de hacia principios del siglo I, corresponde a un conjunto templario situado al norte de la plaza floral (area), consistente en un templo de estilo corintio in antis, probablemente dedicado a la tríada capitolina (Júpiter, Juno y Minerva), próstilo, tetrástilo y pseudoperíptero, que se hallaba rodeado por un gran pórtico en forma de U invertida superpuesto a un subterráneo de planta idéntica a la del edificio superior, denominado criptopórtico. Este conjunto, calcado de esquemas centroitálicos contemporáneos, estuvo acompañado en el extremo meridional de la plaza por trece tabernae abiertas hacia el norte, que aseguraban la función comercial, sin que sepamos aún cómo se definían los costados laterales de la misma. El pórtico posterior al templo pudo probablemente haber servido de lugar de reunión e incluso de aula para la administración de justicia.
En época augustea, quizá coincidiendo con la eclosión del municipium Emporiae, el foro, cuyo templo ya había sido reformado en época postcesariana con la finalidad de adaptar su imagen a la del templo del Divo Julio en el Foro de Roma, experimentó cambios sustanciales consistentes en la construcción de una basílica -para cuya edificación hubo que ganar hacia el este unos 5 m de terreno en detrimento del kardo contiguo-; de una curia-aedes augusti en sus pies; de un par de pequeños templos equidistantes entre sí, dedicados al culto imperial y al de Roma y Augusto, respectivamente, levantados cerca de las dos entradas laterales a la plaza -uno de los cuales acaso pudiera ser el que costeó una tal Cornelia Prócula, quien, según refiere una inscripción de época augustea, desembolsó 40.000 sestercios, a los que uno de sus libertos tuvo que añadir 5.495 a fin de concluir la obra-; de nueve tabernae situadas en el costado oeste de esta última, así como, finalmente, de la galería porticada correspondiente a este mismo costado de la plaza. Con respecto a las tabernae republicanas hay que señalar que en este momento sus aberturas hacia el interior de la plaza fueron tapiadas y abiertos nuevos accesos hacia el sur, lo que equivale a decir que toda actividad comercial quedó circunscrita al ámbito externo del conjunto foral, tal como lo demuestra también la, existencia de sendos macella situados tanto al norte como al sur del mismo.
Más tarde, en el curso del siglo I d. C., una serie de aedes, en número de seis, fueron construidos en el límite meridional del área sacra, a ambos lados del altar, hasta configurar una auténtica pantalla que cubría la totalidad del frente. Por desgracia, sólo uno de ellos, que fue construido gracias a la liberalidad del magistrado Cayo Emilio Montano, ha podido ser identificado gracias a una inscripción que demuestra su advocación al culto de la diosa Tutela.
Pocos son los elementos artísticos y epigráficos proporcionados por la excavación del foro, de forma que sólo escasos fragmentos escultóricos dejan entrever la riqueza que en estatuaria estos monumentos, al igual que ocurre en otros lugares, debían poseer. Así, en el interior de la basílica, las huellas de cinco basamentos que sostendrían estatuas, prueban que éstas eran mucho más numerosas de lo que hoy podemos llegar a imaginar. Como elemento más destacado, sólo podemos traer a colación el hallazgo, detrás del templo principal, del cuerpo en mármol de un personaje masculino togado, fechable en el siglo I d. C., representando a un magistrado perteneciente al ordo municipal.